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(famosa vedette por sus baños en el cabaret en una copa de champagne), quien originalmente estaba considerada para animar a la selección con esa porra. La "Chiquitibum", que catapultó a la fama a Mar Castro, quizá anticipó una apertura cultural y moral en las pantallas que se proyecta hasta nuestros días.
En la década de los 90 el país se abrió al exterior y la "Chiquitibum" probó suerte con la "camiseta" del cine y la música estadounidense, pero desafortunadamente los beneficios de la globalización no alcanzan para todos y como la malta de la cerveza, con el tiempo se diluyó en una promotora de espectáculos. José Buendía El comercial que hizo famosa a Mar Castro era una maravilla. Un grupo de aficionados cantaban una tonadita pegajosa y, entre ellos pero no al centro, había una chica de abundante cabello negro, labios carnosos, amplias caderas vestidas de minifalda y grandes senos, cubiertos por una camisetita (en aquella época aún no se inventaban las ombligueras) de Carta Blanca.
Los ojos del telespectador invariablemente se desviaban a ella: la buenura encarnada. Al final del comercial, Mar se sentaba de una manera cachondísima, demasiado sugerente. El pueblo la bautizó "La Chiquitibum" y durante el Mundial, en el Azteca, tras unas chelas, no faltaba el chavo que se ponía dos vasos vacíos en el pecho y la imitaba, para diversión general. El viejo y original "siquitibum" quedó en el olvido. Vinieron poco después otros comerciales más obvios: el tiempo extra de los 15 minutos de fama de Mar Castro.
